Un chico se derrumba en un cordón de la vereda, una niña mujer con minifalda tambalea con una copa y otra cuenta –¿confiesa o se autoincrimina en medio de una borrachera?– que puede hacer sexo oral de parada para que le regalen un trago. Dos chicos se agarran a trompadas con ruido de botellas sonorizando el “¡qué barbaridad!” que se escucha –inevitablemente– del otro lado de la pantalla y dos adolescentes se agarran de los pelos, por un chico, por ellas, ¿porque no hay otra cosa que hacer o qué mostrar? ¿Porque da rating o porque es más fácil mostrar a menores –los menores siempre son malos y no chicos o chicas– asesinos o ladrones, criminalizarlos y pedir que se baje la edad de imputabilidad que contar que a ellos/as el secundario no les garantiza trabajo, que si trabajan tienen que estar parados 14 horas como repositores o sentadas como cajeras de supermercado bajo condiciones de explotación extrema, que en los comedores comunitarios ya no se los considera aptos para recibir comida ni en los puestos laborales con experiencia para pelear el pan o un par de zapatillas y un celular que es lo que ellos y ellas quieren?
Pero los y las jóvenes tienen mucho más que decir y que hacer que estar encerrados en institutos desde los 14 años o sacar chapa de peligrosos, indiferentes o inútiles desde los 16. “Me pasó que hay restaurantes que no me dejan entrar o que estoy sentado en el colectivo mirando para otro lado y una señora me gritó ‘¿no le podes dejar el asiento a la chica?’ Yo la veo que tiene un bebé y se lo doy. Pero, de una, en vez de pedírmelo o pensar que no la había visto la vieja me empezó a putear y a decirme ‘sos un irrespetuoso’ y a decirme como cinco veces ‘¿Qué te pasa? ¿Estás cansado?’ Y sí, yo estaba cansado, venía de fútbol ¿Y qué? Pero el asiento lo iba a dar igual”, relata Rafael Tonelli, portador de 16 años, no tan fáciles de llevar en una sociedad que entroniza a las que parecen jóvenes (pero no lo son), pero que demoniza a los adolescentes que ruedan por las calles de verdad.Sofía Ganem tiene 21 años, vive en Tucumán y participa de “Jóvenes por la elección y el placer” y resalta: “No se advierte lo nociva que puede resultar la frase ‘La juventud está perdida’. Lejos de eso, encuentro cada vez con más frecuencia a adolescentes comprometidos/
Sin embargo, la tele –para una sociedad en la que pasa lo que se pasa en la tele– está mirando otro canal. Un informe del Observatorio de la Discriminació
¿La visión de la televisión influye en la vida real de los y las adolescentes? “Sí”, contesta Rafael. “No quieren mostrar a un adolescente leyendo, sino a uno tirado pegándose y después esa imagen nos perjudica porque cuando entras a un lugar siempre piensan que vas a hacer quilombo”, explica que ven cuando lo ven. También influye en el discurso de la opinión pública y –lo peor– en las políticas públicas que piden cuatro llaves para esos jóvenes descontrolados que miran en su televisor. “Se recurre a falacias de causa falsa –acusa el Observatorio–, por ejemplo, cuando el conductor de C5N comenta: ‘Los chicos inventan la mamadera con alcohol’ y en La Liga una cronista pregunta: ‘¿Es verdad que las chicas son capaces de tener sexo por un trago?’”.
Por supuesto, las chicas son miradas discriminatoriament
Si los medios no toman la verdad, que la verdad tome los medios !
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